El cine y yo



He declarado varias veces y de diferentes formas que me encanta el cine. La industria cinematográfica debe estar tranquila: por lo menos conmigo tendrán trabajo para rato, por lo que a mí me concierne.

¿Cuándo nació este amor? ¿Este romance? Desde pequeño, cuando mis papás me llevaban a ver las películas de Superman, de Batman, de Disney, de Cantinflas, de Tarzán. Allí nació mi amor por el séptimo arte. Con el paso del tiempo este amor ha crecido, ha aumentado.

Hay películas que me han decepcionado, es cierto, pero también hay películas que me han dejado pensando, que me han emocionado, que me han entristecido, que me han asustado, que me han aburrido, que me han enloquecido. El cine es eso: emoción. Es un arte complejo que mediante la combinación de mecanismos, de útiles, nos brinda la posibilidad de soñar, de fantasear, de ensoñar.

El cine es sueño, es ensoñación. Es permanecer durante hora y media o dos horas pegado a una pantalla que refleja diferentes luces derivadas de un proyector o de un reproductor de video. Sin embargo, el cine no solo es entretenimiento, también es cultura, es rebeldía, es política, es economía, es filosofía, es humanidad. El cine es humano por esencia, y fue creado por el hombre para sorprender, para maravillarnos, para subir a dimensiones ocultas e inesperadas, eso es el cine.

Una amiga recientemente me decía que no le gustaba el cine, que le aburría, que a veces iba pero con cierto desánimo, como si fuera una rutina. “¡Qué mal!” Pensaba yo, yo no podría casarme con esta amiga, qué lástima. Para mí, lo más bonito que pueden compartir una mujer y un hombre no es una cama, es una película. Es compartir un sueño, que es la cosa más bella que sufrimos los hombres: la ensoñación, la imaginación, el ruido de nuestro subconsciente.

De otro lado, y a contrario sensu, tuve una novia –por largo tiempo- a la que le encantaba el cine, como a mí, juntos asistimos a ver más de quinientas películas –por lo menos-; también mirábamos filmes en la televisión. Era nuestra adicción, y yo vivía encantado por esto, que alguien compartiera mi afición, mi gusto, mi debilidad.

Y sí, el cine me ha dejado pensando muchas veces, he salido de las salas de exhibición enmudecido, emocionado, con un volcán imaginativo en ebullición en mi cabeza, el cine me ha mostrado nuevas perspectivas de la vida muchas veces, y también, en otras ocasiones me ha aburrido, o simplemente me ha dejado exactamente igual a como entré a la sala de exhibición.

No me gustan las películas de terror –las detesto-, tengo que confesarlo, me parece que son repetitivas, y me parece que acuden a los mismos elementos narrativos una y otra vez, son muy pocos los filmes de miedo que son realmente interesantes. Las películas animadas han empezado a destacarse últimamente, porque aunque están dirigidas a los niños terminan por darle una lección a los grandes. Las películas animadas tienen moraleja y por eso me fascinan, me encantan las cintas con moraleja tengo que decirlo igualmente. Las películas de ciencia ficción pueden ser o muy buenas o muy malas, no hay punto medio, o te gustan o no te gustan; pueden ser muy interesantes o muy ridículas, por eso depende del filme, del director.

Las películas “para sentirse bien”, como las clasifican los gringos, que son aquellas comedias ligeras con finales felices a veces son buenas cuando uno quiere ver algo simple y sencillo, pero es decepcionante cuando uno desea tener un orgasmo mental –y me perdonarán el término, pero es así-. Las comedias ligeras te dejan exactamente igual a como empezaste a ver la película, no te aportan nada, tal vez un poco de esparcimiento, o risas, o entretenimiento pero nada adicional.

En fin, el cine, qué gran invento, los avances en materia fílmica cada vez son más sorprendentes y este arte hacia futuro promete revelar sorpresas increíbles, fantásticas, insospechadas, grandiosas. El cine, a diferencia de otros artes, depende mucho de la tecnología, de la mecánica, de la electrónica, y en estos campos se han llevando a cabo avances espectaculares, que nos dejarán con la boca abierta cuando asistamos a las salas de cine y veamos esas películas que nos transportan a mundos desconocidos, amorosos, u odiosos, tenebrosos, u amistosos; en fin, el cine seguirá existiendo mientras el hombre siga soñando y hayan aficionados tan fervientes como yo.


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