El escritor colombiano nos vuelve a
sorprender y a maravillar con esta hermosa historia sobre la belleza y la
fealdad, la juventud y la madurez, el dolor y el placer, la locura y la
lucidez.
En esta novela de doscientas cuarenta y un
páginas Mendoza nos transporta a un relato que sucede en Bogotá, en el cual un
niño deforme, jorobado y monstruoso se hace amigo de un joven adoptado que no
conoce a sus padres biológicos. La amistad entre los dos niños trasciende el
tiempo hasta sus años de hombres adultos.
El sistema que escoge el escritor para narrar
la historia es el epistolar, a través de sucesivas cartas que recibe el niño
adoptado –León Soler- en sus épocas de médico psiquiatra de hospital público,
por parte de su antiguo compañero de infancia.
Una reflexión sobre los destinos de los seres
humanos, sobre la desgracia, sobre el viaje interior –simbolizado por la
travesía oceánica-, sobre el éxito y la derrota, y sobre todo: sobre el amor
que debe invadir nuestras vidas para hacerlas excitantes y satisfactorias.
Mendoza es uno de los escritores colombianos
que más libros vende hoy por hoy, solo superado por el fallecido premio Nobel
Gabriel García Márquez. Es por esto que muchos ya han empezado a atribuirle el
moquete de autor de marketing y de entretenimiento, lo cual es totalmente
injusto e irreal. Mendoza escribe para el público común y corriente, es cierto,
cualquier persona que sepa leer y escribir lo puede entender, y ese es el gran
acierto de este artista. Obviamente, que si solo vendiera uno o dos libros ya
no le dirían escritor de marketing sino “autor de culto”, el problema para sus
críticos es que venda libros, ¡increíble!
Las novelas de Mendoza son urbanas, son
universales, son sentimentales y sobre todo, están escritas con pasión, con
sentimiento, con emocionalidad, eso se nota. Mendoza casi que utiliza las
historias ficticias para desarrollar varios monólogos, para hacer reflexiones
personales utilizando como excusa la historia que se está desarrollando, porque
él es todos sus personajes, todos ellos hablan por Mendoza, o el escritor se
comunica a través de ellos en un desdoblamiento de la personalidad que le
permite zambullirse en el alma de un desconocido, pero que es él mismo; el
mismo escritor con diferentes rostros. Muy egocéntrico por cierto.
El virtuosismo de Mendoza está dado por su
tendencia a hablar de frente, sin ambages, sin eufemismos, sin falsas diplomacias.
Habla sin tapujos porque para el escritor “escribir es resistir”, es una forma
de protestar, de sacar la cabeza por entre la multitud y decir: ¡No estoy de
acuerdo!
Para Mendoza el arte no solo es
entretenimiento sino también es ideología, es acción, es vida, es compromiso.
Elogiado y amado por la juventud, Mendoza se ha ubicado en los últimos años
como el escritor de referencia para identificar a la nueva generación de
escritores colombianos tan notables como él, y entre los que se destacan
Ricardo Silva Romero, Antonio García, Enrique Serrano, Juan Esteban Constaín,
Carolina Andújar, Juan Gabriel Vásquez, Laura Restrepo, Piedad Bonnet, Santiago
Gamboa, Efraím Medina, Tomás González, Antonio Ungar, Pablo Montoya, Carolina Sanín,
entre muchos otros autores de la nueva generación post- boom latinoamericano.
“La
melancolía de los feos” es, igualmente, una reflexión sobre la belleza y la
fealdad, pero no desde el punto de vista estético sino desde la perspectiva del
destino, del papel del hombre dentro de esta obra de teatro denominada vida.
¿Le toca más fácil a los bellos que a los feos? Probablemente sí, pero a los
feos, por su misma falta de belleza les toca avisparse para afrontar los retos
de la existencia; esa exigencia los hace parecer más alerta, más conscientes,
más inteligentes, más perspicaces, más fuertes. La debilidad no está en la
fuerza física sino en la mental, y la vida le ofrece esa posibilidad a los feos
de volverse más fuertes en los terrenos de la conciencia, de la mente, del
espíritu. Ser tan feo no es tan malo después de todo, concluiría Mendoza.
Una novela muy recomendada, se lee con
pasión, con entusiasmo, es una magnífica oportunidad para dialogar con este
pensador, con este ser humano tan carismático, y tan magnífico como lo es Mario
Mendoza. Una reflexión sobre el viaje interior de cada uno, sobre el “golpe de
Estado” a nuestro propio statu quo interno. Gracias Mario por este libro tan
bello.
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